10.11.08





DEMOCRATAS Y REPUBLICANOS SON CASI IGUALES


Noticia redactada por Vicente Romero desde Pine Ridge, Dakota del Sur



El mismo día que los demás norteamericanos eligen al próximo inquilino de la Casa Blanca, los descendientes de los siux que sobrevivieron al genocidio perpetrado contra los indios a finales del siglo XIX, votarán para designar un caudillo capaz de exigir al Gran Jefe de Washington que remedie la miseria a que permanecen condenados.

No le faltan razones a Gary Rowland, uno de los activistas de la rebelión en Wounded Knee, hace 35 años, cuando denuncia que ‘las condiciones de vida en la reserva son peores que las de muchos países del Tercer Mundo’. Porque Pine Ridge es una de las zonas más deprimidas de los Estados Unidos: un desempleo superior al 80 por 100, un índice de suicidios que dobla la media nacional y una expectativa de vida de sólo 43 años para los hombres y 52 para las mujeres.

Dos candidatos compiten en las urnas por la jefatura de los siux: la senadora estatal demócrata Teresa Two Bulls, y el histórico dirigente radical Russell Means. El gran ausente es el partido republicano, sabedor de que aquí no obtendría un solo voto. Miembro de una de las principales familias de la tribu, la señora Two Bulls promete ‘un liderazgo fuerte que contribuya al cambio prometido por Obama.’ Y habla de ‘ir a Washington, no para pedir sino para exigir que, en cumplimiento de los viejos tratados siempre traicionados por el hombre blanco, se dote a su pueblo de educación, salud y derechos sociales.

Frente a las buenas palabras de la candidata demócrata, Russell Means califica de ‘farsa’ a las elecciones norteamericanas, y las describe como una operación de marketing político:

Se hace creer a los votantes que, tras el desastre presidencial de Bush, todo volverá a ir bien. En los últimos años prácticamente han desaparecido los derechos individuales. Demócratas y republicanos son casi iguales. Y ahora nos dicen ‘mira, ahora podemos escoger a un negro, qué gran país somos. Ah, los Estados Unidos son el peor chiste de la historia de la Humanidad.

Fundador del Movimiento Indio Americano y dirigente de la protesta de 1973, Russell Means sufrió cinco intentos de asesinato, pasó por la cárcel y ya no cree en nada ni en nadie. Trabajó en la industria de Hollywood (puso la voz al padre de Pocahontas; actuó el ‘El último mohicano’) igual que el mítico Toro Sentado (Sitting Bull) participó en el circo de Buffalo Bill. Pero como el histórico dirigente, nunca ha renunciado a denunciar los crímenes cometidos contra su pueblo:

No caben esperanzas. América continúa la marcha hacia el fascismo. La diferencia entre la de hoy y la de hace 30 años es tan clara como la diferencia entre la noche y el día. Ahora los poderos ocultos, los amos del capital, las corporaciones como Morgan, Dupont y Rockefeller, o el grupo Titan, se han unido en una economía incestuosa y han formado un tejido mucho más poderoso e implacable. Ahora han escogido a Obama. Desde los años ochenta los banqueros, los amos del mundo, se fijaron en él. Pero el imperio americano está colapsando como lo acaban haciendo todos los imperios, desde dentro. El sistema liberal capitalista se está muriendo. ¿Cual es el capítulo siguiente? ¿El fascismo? La única cultura política de este país es la ambición. Blancos, negros y amarillos llegaron aquí movidos por la ambición.

Russell Mean propugna una República India de Lakota (nombre autóctono de su pueblo, ya que siux les fue puesto por los franceses) capaz de negociar de nación a nación con los Estados Unidos. Una utopía con la que incluso resulta difícil soñar, cuando las instituciones políticas y sociales ignoran los derechos más elementales de la ciudadanía indígena.

Habría que considerar esta reserva como una zona de desastre , prosigue Means, no sólo porque, descontando los efectos mortíferos del sida en África, solo hay ocho naciones africanas con un índice de vida menor que el nuestro. El alcoholismo hace estragos. La violencia cotidiana es tremenda. La gente vive en la miseria, sin trabajo ni seguro médico. El gobierno puritano de Bush permite abortar a las mujeres indias. Nos arrebatan a los niños para darlos en adopción a familias blancas.

Caminamos por un paisaje desolado, entre las tumbas del cementerio de Wounded Knee donde las víctimas de la última matanza cometida por el séptimo de caballería en 1890, descansan junto a los siux caídos en la guerra mundial y en Vietnam, luchando por un país que nunca ha reconocido sus derechos. La indignación de Russell Means se tiñe de amargura cuando recuerda que los Estados Unidos se negaron a firmar la Declaración de Derechos de los Pueblos Indígenas en la ONU.

Era un documento que no comprometía a nada. Tenía el valor moral de un reconocimiento. Como darnos una palmada en la espalda y decirnos ‘bueno, ya sois seres humanos.’ No era más. Y los Estados Unidos de América votaron contra eso. ¿Cabe esperar que este país sea justo con su propia gente, con sus propios indios? No.








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